La primera vez que tuve contacto con el Jazz fue, hace aproximadamente, 20 años, cuando por casualidad llegó a mis manos una maravillosa recopilación. Mágicamente se entrelazaron los sonidos de Bill Evans, John Coltrane, Dinah Washington, Miles Davis, Cannonball Adderley, Ella Fitzgerald, Thelonious Monk, Dizzy Gillespie, Billie Holliday, Louis Armstrong y otra larga lista de genios. Tal vez eran cuarenta, no lo recuerdo muy bien, pero sí recuerdo perfectamente lo que sentí. Al principio fue inexplicable, pero con cada track se fue aclarando el panorama sonoro. El Jazz alivia el alma, el Jazz es medicina para tu cuerpo. Es una expresión artística fascinante.
Después de tanto tiempo dedicado a esta pasión que es la música (como músico, DJ, locutor, productor de radio, community manager, dueño de un bar – no podía faltar), y de explorar otras manifestaciones sonoras (Rock, Metal, Reggae, Salsa, Rap, Techno, House, Funk, Soul, Folclor…), es innegable la influencia vital e imprescindible que es el Jazz para toda la música creada desde la mitad del siglo XX hasta hoy. Tras muchas horas y días enteros de audición, puedo atreverme a decir que nada es tan melancólico, poderoso, misterioso y colosal como el majestuoso Jazz.
Ya les queda claro que amo esta explosión de instrumentos (piano, saxofón, bajo, batería, trompeta, entre tantos otros), y que la sensación al escucharlo es de otro mundo. Pero sería mucho más interesante y sanador hacerme entender a través de los sonidos. Qué tal si me acompañan en este viaje sonoro que es el Jazz…